Caraduras en la jungla

Publicación: 11 Ene 24

Categoría: ADEE Abierto

A ti, querido vecino, me dirijo. Y lo hago con una única pretensión: conseguir que amplíes la estrechez de parietales que te impide observar el universo que coexiste contigo al otro lado de tu egocéntrico ombligo.

A ti, me dirijo a ti. A ti que aparcas tu coche donde no te toca y que, consciente o inconscientemente, complicas la rutina vital de tu convecino que, de veras, tiene movilidad reducida y que necesita de este espacio reservado, infinitamente más que tú, que te desplazas a pie con la gracilidad de una gacela.

A ti, me dirijo a ti. A ti que sacas de la guantera de tu coche la tarjeta de aparcamiento para personas con movilidad reducida de tu abuela, que por desgracia falleció hace ya unos años, y te largas corriendo. Me dirijo también a ti que vas de tanto en cuanto a visitar a tu padre y que haces un uso fraudulento de su permiso en regla para poder estacionar tu vehículo, ese en el que nunca jamás le llevas de paseo.

Y a ti, amigo motorista, también me dirijo. Lo hago para hacerte ver que ese espacio extra remarcado en el suelo con rayas diagonales y colocado justo al lado del aparcamiento pintado de azul, no es un hueco para estacionar tu motocicleta. La finalidad de ese espacio extra no es otra que la de facilitar a las personas que tienen movilidad reducida que puedan abrir la puerta de su vehículo lo que les sea necesario para poder entrar o salir de él cómodamente.

Imagina por un momento, por un solo momento, que eres tú esa persona que va en silla de ruedas y quiere subirse a su coche, pero no puede; le es absolutamente imposible hacerlo porque, una moto o un coche, está ocupando ese espacio que no le corresponde. Y en ese momento estás solo, y además no pasa nadie cerca que pueda hacerte el favor de retirar esa moto para que consigas entrar en tu coche. Porque, ¡SORPRESA! Aunque tu mente no logre imaginarlo, también hay personas usuarias de silla de ruedas que conducen su propio vehículo adaptado.

A ti, que confundes desvergüenza con picardía. A ti que haces trampas porque lo único que te importa es que no te multen, pero nunca piensas en lo mucho que tus actos complican la vida al prójimo.

A ti, me dirijo a ti si te has sentido aludido anteriormente. Y lo hago con una última palabra: EMPATÍA. Búscala en el diccionario. Te aseguro que hacerlo te costará mucho menos esfuerzo que el que le cuesta a tu vecino con movilidad reducida desplazarse por esa jungla a la que a veces llaman ciudad.

Fdo: Javier Velázquez

Carolina Puente

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